COCACOLONIZACION
Necesitaba un cerradura nueva para mi casa y, oh! maravilla, recordé que ya tenemos HOME DEPOT en Tijuana.
Eran como las siete de la noche (si ya está oscuro, es de noche) cuando llegué. En el estacionamiento, me recibió un guardia "voluntario".Sí, de esos a los que les dan "permiso" para que trabajen allí (hay que aprovechar las migajas que caen de la mesa del amo). El lugar tenía olor a árbol muerto y derivados de petróleo. Los pasillos, abarrotados, eran compartidos por los de saco de lana y cara lavadita que buscaban "justo lo que aun no han comprado", uno que otro carpintero y otros que, arrastrando una jornada de diez horas (probablemente empleados de otra trasnacional), buscaban satisfacer la recien creada necesidad de más basura (no tienen con qué, pero pueden aprovechar la "maravilla" crediticia). Para auxiliarnos, talentosos electricistas, carpinteros y plomeros vestidos de anaranjado; hombres y mujeres engullidos por el monstruo. Adiós tallercito de carpintería, adiós proyectos; tenemos ahora una fuente de trabajo que nos traga (Hablando de tragar, a la salida tienen hasta bombas de nitrito de sodio y palomitas)
Caminé con ellos, me serví de ellos. Les dejé 275 pesos a cambio de mi cerradura. Era eso o ir a la ferretería de la esquina y pagar 500. Así nos compran, así nos vendemos. Llegué a mi casa y le di un trago a la cocacolonización (de dieta, por supuesto).