NOVEMBER RAIN
¿No es delicioso estar atorado en el tráfico? Observar quinientos carros ordenados en hileras interminables y perfectas. Disfrutarlo.
Manejaba tranquilamente, aceptando de antemano mi responsabilidad por haber salido tarde de mi casa y, por consiguiente, llegar tarde a donde iba. Mi culpa. Para deleitarme aun más, cientos de jaulas rodantes conducidas por macacos ( y macacas, diría Fox) enfurecidos. Saltaban sobre sus sillones, se daban golpes contra el claxon, mostraban sus colmillos para intimidar. Pero que maravilla! Yo, ante tan exquisito espectáculo y sin pagar boleto. Sin embargo, los protagonistas, lejos de disfrutar su actuación, sufrían. Y es que ya lo dice el buen Nietzsche "asentir sin reservas, incluso al sufrimiento, incluso a la culpa, incluso a todo lo problemático y extraño de la existencia...Este sí a la vida, el más gozoso, el más desbordantemente alegre, no es sólo el conocimiento supremo, es tambien el más profundo, el más rigurosamente confirmado y sostenido por la verdad y la ciencia". Pero mis pobres macacos se rebelan, creen poder modificar su realidad con un claxon; enferman de úlceras, migrañas, estrés crónico y mueren de ataques cardiacos. No puedo cambiarlos; por eso, con plena conciencia de que llegaría tardísimo a mi destino, me recargué en el sillón y me deleité del regalo que me trajo la primera lluvia de noviembre.