domingo, octubre 19

17 DE OCTUBRE

De: Mi diario

Ayer me sentí un hombre viejo. Un hombre cansado de sobrevivir observando el mismo paisaje. Un hombre cuya imagen del propio hogar es una mujer nerviosa que gusta de ver telenovelas, y unos adolescentes apáticos. Me sentí solo.

Ayer recorrí la avenida con el cuerpo cargado de equipaje y un cigarro en la boca para acelerar el fin. Deseé sentirme engañado, deseé encontrar una joven alegre cuya sonrisa soportara la mitad de mi carga; la otra mitad nadie la puede aligerar. Pensé en sentarme en el banco de un café cualquiera y esperarla llegar. Uno espera lo increíble cuando ya no espera nada.

Ella llegó como un holograma. Se sentó a mi lado y me dijo que era guapo, que le gustaban mis ojos y mi olor. No quise luchar y le creí. Descansé en los espacio vacíos que se formaban entre la palabras y sus dientes, y guardé mi dolor en un bolsillo. Una imagen del pasado cruzó la calle con las manos en las bolsas: no pude evitar seguirle con la mirada. De nuevo perdí mi presente. La chica holográfica y el café desaparecieron. El paisaje también.

Ahora caminaba yo junto a una escuela, con una bolsa al hombro, los labios coloreados de rojo y el cuerpo de mujer; pero, en mis hombros, el peso del equipaje era el mismo. El mismo de mi padre.