martes, octubre 21

IDEAGENES

Analizándolo psicológicamente, creo que tiene que ver con mi negación a salir de la adolescencia, pero quién sabe, la verdad es que las interpretaciones psicológicas funcionan mejor en la escritura de ficción, así que diré que es real, que la Física (ciencia que estudia los fenómenos naturales para descubrir las leyes que los rigen, y determinar las propiedades de la materia y sus relaciones fundamentales con la energía) me encanta.

Lo sospeché desde que los extraños libros verdes de secundaria, con textos cortos parecidos a aforismos, me llamaban extrañamente la atención. Y después las lecturas de Sagan y Stephen W. Hawking me llevaron a pensamientos que están más allá de cualquier definición. Esos pensamientos me los produce la lectura de la Física. Hoy por la mañana los denominé ideágenes, ya que son una mezcla de ideas e imágenes pero que al combinarse dan un todo muy distinto.

Ayer por la noche buscaba el nuevo texto que les daré a leer a mis alumnos. No puedo evitar darles a leer literatura fantástica o ciencias ficción. No puedo darles algo que no me gusta, y estos dos géneros me apasionan. Me gustan porque inventan otras realidades, y es que leer algo de la misma basura que se vive a diario es masoquismo. Bueno, la cosa es que revisaba un libro de cuentos de Asimov. Leí el que recomendaban como el mejor pero no me gustó, era muy solemne y se asemejaba a una parodia sin serlo. De modo que leí: La última pregunta que me produjo el orgásmico sentimiento de poder dormir con la ideagen de Dios como un proceso cíclico.

Asimov mezcla sus conocimientos de física con su escritura. Creo que no hay mejores disciplinas que puedan aportar profundidad a la literatura que la física y la filosofía, que en un sentido básico son equivalentes. Pienso en ambas y produzco una ideagen.

Lo mejor de la ideágenes es que son intraducibles. Incluso su nombre no las representa, algo así como el nombre de Dios. Las ideágenes me resuelven situaciones pero no me dice cómo, las puedo experimentar por un período relativamente largo (hasta un minuto y medio) y permanecer en su éxtasis. En ocasiones, cuando he querido profanarlas intentando que desciendan al lenguaje, desaparecen en ese mismo instante. No me sirven para escribir, pero están ahí cuando lo hago. Son puntos invisibles que me marcan el camino que me corresponde, pero no me sugieren que lo siga: eso me corresponde a mi.

En cuanto a mis alumnos, creo que mejor los pondré a leer algún cuento de Cortázar o Bradbury; cuentos, sí, pues son hijos de los Simpsons y no soportarán más de media hora leyendo. Un cuento más tranquilo mentalmente. No vaya ser que me acusen en la dirección de estarles provocando momentos de presente expandido y me encarcelen por dealer. O, pero aún, no vaya ser que terminen como su maestra.