CONCIENCIA SOCIAL
Hace un par de semanas, cuando estaba en el concierto de Lila Downs (que por cierto estuvo excelente), y observaba en la pantalla una mujer muy guapa vestida con traje de trabajadora de maquila mientras Lila entonaba una canción de “esperanza” para estas mujeres, me cuestioné acerca del límite que existe entre presentar este tipo de situaciones para lograr una conciencia social de tal o cual problema, y la mera utilización de esos temas como técnica mercadológica o estética.
Bien sabemos de los intereses que se manejan en todas las empresas que apoyan causas de este tipo con la finalidad de acrecentar su imagen pública, y obtener un lugar privilegiado en el gusto de la población. Sin embargo, en las manifestaciones artísticas se considera como un agregado importante que muestra la preocupación real de quien las expone; su intención por llevar la voz de los marginados hasta la sala de espectáculos.
¿Hasta dónde beneficia la conciencia social?
Conduciendo mi carro por la carretara al aeropuerto de Tijuana, observé la “decoración” del bordo con el número de indocumentados muertos y las cruces: no hice comentario alguno. Sin embargo, más adelante colocaron unas simulaciones de cajas de muerto pintadas de colores llamativos. Mi acompañante y yo nos miramos a los ojos y, ante una expresión extraña, nos dijimos con timidez:
–Que...¿bonito?
Si, bonito era la palabra que nos venía a la mente ante ese intento de crear conciencia social con esos objetos. Para mí es bastante respetable que algunas personas se hayan organizado para colocar todo eso en el bordo como queja ante la barbarie norteamericana, pero ¿sirve de algo? Por supuesto que si no “logra” nada, al menos hace saber que estamos inconformes con su proceder y así lo manifestamos, pero no modifica la política migratoria estadounidense.
Siempre he tenido conflicto con este tipo de asuntos, pues si bien considero valientes todo tipo de manifestaciones que intentan concientizar a la sociedad de cierto problema, creo que es necesario ir más allá de la manifestación –que puede llegar a convertirse simplemente en un acto estético– comprometiéndose activamente en el trabajo para conseguir en lo posible cambios reales a, y no solamente cambiar físicamente el número de muertos en el bordo cuando este aumenta o, cantar esperanzas a la mujer de la maquiladora.
Y, por supuesto, con este texto me contradigo.