DISCAPACITACION
La conocí hace seis meses; era una jovencita que conversaba sin filtros de ningun tipo acerca de su vida. Reía sin recato y deamulaba por el salón de belleza con un ritmo infantil. Transparente, de aspecto sencillo, sin falsas pretenciones. Al mes siguiente que la ví (cuando fui a cortarme el cabello) su aspecto había cambiado un poco por el nuevo corte y el tinte, sin embargo, continuaba emanando espontaneidad. Con el paso de los meses y la capacitación, su rostro comenzó a endurecerse; su conversación había perdido la naturalidad. Ahora hablaba con cierto recato, sin duda ocultando las frases que en otro tiempo fluirían sin obstáculos. Sin duda, su rendimiento laboral había aumentado; antes cometía errores con frecuencia, ahora rara vez equivocaba sus acciones.
Hace tres días la ví de nuevo: la capacitación dió en ella sus frutos. Se conduce por mera reacción a la conducta de sus clientes; sonrie de una manera correcta, evitando que su sonrisa contenga más que amabilidad profesional. Sus conversaciones se reducen a ofrecer productos para el cabello y comentarios apropiados. Hasta su caminar ha sido afectado: se mueve con rigidez, calculando sus pasos. Crearon una máquina ideal y eliminaron a una persona. La capacitación moderna olvida que, antes de ser clientes somos personas, y que disfrutamos del contacto insustituible de otro ser humano.