domingo, diciembre 1

ELIMINAR BARRERAS
Los viernes paso gran parte del día recorriendo la ciudad, generalmente por las mismas calles. Observo los paisajes, las construcciones, el tráfico, el conjunto de imágenes que nombro con las mismas, imprecisas palabras. Veo todo siempre por primera vez: como se contempla lo que no se posee. En esos momentos tan sólo existe entre ella (Tijuana) y yo la aproximación que da el lenguaje y, semana a semana, se transforma en barrera. Creo que mi problema radica en querer nombrar por separado algo de lo que formo parte. Intento comprender esa calle, ese rostro, ese cerro sobrepoblado que, como mi brazo, es un miembro más de mi ser. Es yo, soy ella: mi piel se extiende como el asfalto, transitan sobre mí los autos y los pasos de hace años y los de hace un par de días. El aire que exhalo es respirado por millones, yo respiro su aire. Tengo muros, línea divisoria y leyendas; ella tiene boca, manos delgadas, ojos insomnes. Ahora ya no hay ella, solo soy. No quiero entender, ni nombrar nada. No quiero que el lenguaje me divida de nuevo. Intentaré observar en silencio, cada viernes, lo que sucede en mí.