ESPERAR ESPERANDO
El aeropuerto conjuntaba un despliegue de rostros disímiles reunidos abruptamente en el mismo espacio. Un no estar se adivinaba en cada una de las miradas; presencia de quien se encuentra lejos de su cuerpo.
El vuelo se retrasó más de dos horas; tiempo exquisito para la observación de esa mezcla heterogénea de personas que no encontraban una actividad interesante a realizar en ese "por mientras" de su vida. Ese cuadro cómico en la sala de espera carecía de presente: buscaban entretenimientos para evitar a toda costa la consciencia de la espera, para "matar el tiempo"; su vida era ese momento y no lo comprendían.
Es indudable que la espera existe, sin embargo, puede llegar a ser una actividad placentera por sí misma cuando no se le busca una acción sustituta. Es posible esperar leyendo, esperar platicando, esperar maldiciendo o esperar esperando: aceptar la espera como una situación gratificante, una actividad de singular valor.
Se rieron de mí cuando dije que la estaba pasando muy bien, que fue divertido hacer fila durante una hora para documentar y, después, tener el privilegio de esperar dos horas el avión en ese lugar repleto de vida, murmullos, movimiento. Observar boquiabierta el espectáculo de seres humanos despojados de actividades ''productivas'' o "importantes", alineados en el mismo plano de la espera. Un rato más y, ante la sorpresa de los incrédulos, sucedió lo obvio: el avión llegó e inició el abordaje. Iniciaba otra espera; ésta, tambien, maravillosa.